Aprovecha para «afilar la sierra»
El cuento del leñador
Este cuento se titula El leñador tenaz y está incluido en el libro Cuentos para pensar de Jorge Bucay. Es una de esas moralejas que nunca pasan de moda. En estos tiempos convulsos y llenos de incertidumbre, deberías dejar a un lado tus miedos en la medida de lo posible y aprovechar el tiempo para «afilar la sierra» para cuando llegue el momento. Recuerda que aunque hayan disminuido las ventas de tu negocio o creas que no vas a volver a levantar cabeza, todo volverá a la normalidad y llegado este momento, podremos diferenciar dos tipos personas o de negocios:
- Los que se quedaron paralizados ante la situación que estamos viviendo.
- Los que aprovecharon los «tiempos de pandemias y estados de alarma» para transformar los cambios en oportunidades, para aprender, para renovar su negocio, para buscar formas de ser más eficiente o para dar el salto a la digitalización de su empresa.
Por eso te recomendamos que sigas leyendo…
«Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurar le que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?».
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.»
La moraleja del cuento es muy clara, no basta únicamente esforzarse mucho, detente, planifica, piensa. Hay muchos procesos que llevas a cabo diariamente que requieren de mejoras y la escusa más empleada es “no tengo tiempo”, y es verdad, si uno realiza mal su tarea, emplea mayor tiempo para completarla. Es complicado convencer a alguien que está “hasta arriba” de trabajo de que tiene que parar y pensar cómo hacer su trabajo de forma más eficiente, un buen método es contarle un cuento!.
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¡Ánimo leñador!